sábado, 16 de diciembre de 2023

La democracia de los idiotas

El triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales es, desde el punto de vista democrático, absolutamente legítimo. Las primeras medidas económicas desconciertan a muchos de quienes lo votaron, los que, en general, solo atinan a decir que acuerdan con empobrecerse y restringir sus opciones, pagando más caro los servicios, sometiéndose a una espiral inflacionaria fomentada desde el gobierno y, en muchos casos, hasta perdiendo el empleo. Es entonces cuando se advierte en toda su plenitud que estamos frente a un gobierno surgido de una democracia de idiotas, en el sentido estricto del término: en la antigua Grecia, los idiotes eran quienes no se ocupaban o interesaban en los asuntos públicos. Y nuestra democracia está, crecientemente, determinada por idiotas, personas que carecen de interés en informarse sobre las cuestiones públicas y se orientan en función de líneas editoriales de algunos grupos concentrados de medios de difusión masiva, o, en las nuevas generaciones, por la circulación de informaciones no verificadas en redes sociales. 

Quienes carecen de referencias sólidas, son fácilmente influenciables por las usinas de pensamiento de grupos concentrados y conservadores. Por eso apoyan con fervor cívico las disparatadas medidas de un gobierno improvisado que carecía de un plan de gobierno y solamente disparaba consignas, muchas veces contradictorias. Como lo confesó crudamente la hoy ministra Pettovello, aceptó acompañar al candidato pensando que no llegaría muy lejos. Sin plan de gobierno y sin equipos, todo es improvisación. Pero los idiotas creen que es el doloroso primer paso necesario para expiar las culpas del “gran festín” que vivimos. Que alguien me avise dónde fue ese gran festín al que la mayoría nunca fuimos invitados. Dada su calidad de profundos desconocedores de los asuntos públicos, ni sospechan que los problemas, para ser tales, deben ser definidos, que un mismo síntoma puede deberse a cuestiones formuladas de maneras muy diferentes y, en consecuencia, derivar en distintas problematizaciones. Por otra parte, una vez definido, no hay una única manera de tratarlo, sino múltiples.

Planteo un ejemplo. En 2021, en Europa, con excepción de Dinamarca y Luxemburgo, todos los países tuvieron déficit fiscal. El país con mayor déficit fiscal del mundo es Estados Unidos. Considerando los niveles de vida de esos países deficitarios, dicha característica no pareciera ser un problema. Un país no es como una casa (que es la explicación para idiotas): se puede (y muchas veces se debe) gastar más de lo que ingresa, incluso sostenidamente en el tiempo, sin que suponga ninguna catástrofe económica ni financiera. Por otra parte, imaginemos que acordamos que, por diferentes motivos, el déficit es demasiado elevado y es necesario bajarlo; para lograr eso hay dos formas elementales, que se pueden combinar: subir los ingresos y/o bajar el gasto. Y ocurre que, por lo general, para subir los ingresos es necesario subir un poco el gasto (el ingreso que se genera es mayor al gasto que se realiza). Sí, mi querido idiota, ya sé, lo escuchaste, pero no le prestaste atención porque creés que si no se sufre no tiene valor, no puede ser real. Pero lo es.

El mayor problema que tenemos es la idiotez de la mayor parte de la gente, es decir, la despreocupación por entender los asuntos públicos, que nos lleva de desastre en desastre sin posibilidad de cambiar el rumbo, y solo pensar cada tanto "me cagaron, son todos iguales". Claro que nadie se quiere hacer cargo, e incluso se impugna moralmente esta problematización, sosteniendo desde la corrección política que "no se puede" decir que la mayoría es idiota; ¿por qué no se puede, si lo es? ¿Y cómo cambiar esto, en momentos en que crece la primacía de las redes? Es difícil, todo un desafío. Posiblemente no haya, al menos por ahora, una alternativa a la democracia de los idiotas.



viernes, 11 de agosto de 2023

Camarada Facundo Molares ¡Hasta la victoria siempre!

Ayer las bestias acabaron con la vida biológica de Facundo, un luchador solidario y amoroso, expresión (¡qué duda cabe a quienes lo conocimos!) del hombre nuevo, el que valora lo colectivo por sobre las miserias individualistas, el que hace del dolor ajeno la causa de la lucha, y de la lucha la causa de su vida. Internacionalista en los hechos, cuando después del sacudón de 2001 se fue a recorrer América Latina, terminó enrolándose en las FARC, a las que perteneció hasta el cuestionado y cuestionable "proceso de paz" (cuyo bello nombre enmascara una vergonzante capitulación de una cúpula moral y políticamente desintegrada). Facundo fue crítico de esos acuerdos, razón por la que tuvo que abandonar el territorio (amenazado por parte de sus ex camaradas de armas) acogiéndose a las prerrogativas legales que brindaba dicho acuerdo. Volvió a Argentina, donde se dedicó de lleno a tareas solidarias, a organizar a los carentes de casi todo, menos de esperanza. En ese contexto lo conocí, siempre ávido por aprender de teoría, porque sabía que es indispensable para orientar la acción. Y como no había descubierto la fórmula para vivir del aire, ganaba unos pesos como fotoperiodista. Así fue que en el marco del golpe de Estado contar Morales, Facundo se trasladó a Bolivia para cubrir los hechos, sin por eso dejar su actividad solidaria y mantener reuniones con grupos políticos que resistían el golpe de la derecha. Fue detenido, sometido a tormentos y encarcelado. Una larga lucha política de sus camaradas hizo que el nuevo gobierno argentino tomara el caso (sin mucho entusiasmo) y, con la asunción del nuevo gobierno boliviano, Facundo fue liberado y nuevamente regresó al país. Pero poco tiempo después fue nuevamente encarcelado, ahora por la policía argentina a pedido de un juez colombiano. Estuvo en la cárcel de Ezeiza. Para vergüenza de la Cancillería argentina, y del juez Guido Otranto (el mismo hombre-rata que tomó la causa de Santiago Maldonado), que lo iban a entregar al gobierno de Iván Duque sin ningún problema, fue la propia justicia colombiana la que desistió del requerimiento, ¡después que en Argentina habían confirmado su extradición! La falta de timing los dejó en evidencia: el Plan Cóndor sigue funcionando.
Pensaba, ayer, viendo las imágenes de la infamia, que las bestias que lo mataron, con sus escudos a prueba de proyectiles y sus cascos a prueba de ideas, son del sector social por cuya emancipación dio la vida Facundo, lo que debería servirnos para no romantizar la pobreza ni demonizar a la policía, y que aunque haya personas siniestras (y las hay) no es la condición personal de las mismas, sino su condición social, el objeto de las luchas emancipatorias de lo humano. Era algo que él tenía bien claro,  y que define la diferencia entre un revolucionario y un populista. Como revolucionario que era, no romantizaba el uso de la violencia, pero tampoco la demonizaba.
Poco se puede agregar, la mejor forma de homenajearlo es siguiendo, como podamos, su ejemplo. ¡Hasta la victoria siempre, camarada Facundo!

martes, 1 de noviembre de 2022

Invitado al programa Abro Hilo

Es un programa del MinCyT, en los estudios de la TV Pública.

sábado, 22 de octubre de 2022

jueves, 20 de octubre de 2022

viernes, 26 de agosto de 2022

viernes, 12 de agosto de 2022

sábado, 4 de junio de 2022

Adiós querido Tomás

Hoy falleció Tomás Várnagy, destacado y querido colega, con quien tuve la dicha de compartir algunos tramos de la vida. Tomás fue un verdadero cosmopolita, con una experiencia de vida enorme, que estudió cuando otros hubieran tirado la toalla, e igualmente hizo una carrera académica destacada. Desarrolló varios oficios, pero su pasión era enseñar. Y más que textos, enseñaba a vivir. Atesoro en mi memoria un asado compartido en su casa de Villa Rosa, y entre mis objetos preciosos, el libro de su brillante tesis doctoral, con su dedicatoria manuscrita. Querido Tomás, el mundo es un poco más feo sin vos. Te vamos a extrañar mucho mucho, porque todos quienes tuvimos la fortuna de conocerte, te seguiremos recordando mientras vivamos.

miércoles, 13 de octubre de 2021